Luis Gutiérrez – CORNELIA BORORQUIA

Lo novedoso de Cornelia Bororquia —redactada hacia 1799— es que fue la primera novela epistolar escrita en español en conmocionar y socavar ciertos valores de la Inquisición de una manera escandalosa.
La obra consta de 34 cartas. La primera titulada “El Gobernador de Valencia a Meneses” aparece el 20 de febrero y la última de “El Conde a Meneses” aparece el 9 de junio.
Las cartas tienen una fecha, sin año y se sitúan en: Valencia, Sevilla, Caserío de Nublada y Santibáñez.

Cornelia comienza con la carta de “El Gobernador de Valencia a Meneses”, donde le pide ayuda para castigar a Vargas, ya que él supone que se ha llevado a su hija. Meneses encuentra a Vargas, lo hiere pero se da cuenta de que no es el culpable de la desaparición de Cornelia. Posteriormente se descubre que es el Arzobispo el responsable, que se ha enamorado de ella y la tiene encerrada. El padre, junto a Vargas y Meneses intentan liberar a Cornelia. Vargas escribe a su hermano, que era Inquisidor, pidiendo ayuda. Meneses es encarcelado en la misma prisión que la joven por sus críticas a la religión. Lucía, la otra mujer que aparece en la novela, es la criada que lleva las cartas de Cornelia a su padre y a Vargas. Avanza la obra y observamos la angustia y la desesperación del padre, ante la ausencia de su hija. Esta tristeza aumenta y al final el Gobernador muere de dolor. El Arzobispo intenta violar a Cornelia, ésta lo hiere con un cuchillo. El Arzobispo, antes de morir, reconoce su abuso y pide perdón a Cornelia, pero la Inquisición actúa y la condena. Meneses se escapa de la cárcel y Vargas se esconde. Cornelia es quemada viva.

Este alegato contra la intolerancia y el abuso de poder de una jerarquía depravada fue escrito por Luis Gutiérrez. Se sabe muy poco de la vida de Luis Gutiérrez, salvo que fue un fraile trinitario exclaustrado, que se pasa al partido de los afrancesados y es el editor de la Gaceta de Bayona. Se conoce su triste final, ya fue condenado al garrote vil y ejecutado secretamente en Sevilla por orden de la Junta Central en la madrugada del 10 de abril de 1809, no por su autoría de la novela —no conocida por la autoridad— sino como espía francés.
El título de la Cornelia tiene curiosas variantes a lo largo de las sucesivas ediciones que se harán en el siglo XIX. El de la primera edición es Cornelia Bororquia o la víctima de la Inquisición. El título se simplifica en la segunda edición (París 1802) Cornelia Bororquia, que va a ser el más favorecido. Así se mantiene hasta la quinta edición (París 1819). Las curiosas ediciones de Londres de 1819 y 1825 tienen un título más largo y exclusivo: Cornelia Bororquia. Historia verídica de la Judith española. A partir de entonces se van alternando los de Cornelia Bororquia (el más frecuente), Cornelia o la víctima de la Inquisición y Cornelia Bororquia o la víctima de la Inquisición. En España no se publica la novela hasta el reinado de José Bonaparte (Madrid 1812) y posteriormente en el trienio liberal, con ediciones en Barcelona (1820), Zaragoza (1820), Gerona (1820) y Valencia (1821-1822). Curiosamente se vuelve a publicar en Gerona (1826) durante la “ominosa década”. Hay otras varias ediciones ya durante el régimen liberal.

Perdida en una nota a pie de página de la Historia de los heterodoxos españoles hay una referencia a esta novela. Verdad es que el juicio de Marcelino Menéndez Pelayo es francamente negativo:
... la Cornelia Bororquia es muy miserable cosa, reduciéndose su absurdo y sentimental argumento a los brutales amores de un cierto arzobispo de Sevilla que, no pudiendo expugnar la pudicia de Cornelia, la condena a las llamas. Hay episodios bucólicos y versos entremezclados, de la peor escuela de aquel tiempo.
Por otra parte, Juan Ignacio Ferreras, en el Catálogo de novelas y novelistas españoles del siglo XIX, afirma que Cornelia Bororquia o la víctima de la Inquisición inaugura una corriente anticlerical en la narrativa española, lo que, de ser acertado, bastaría para asegurarle una plaza destacada en la historia literaria. Porque una obra puede ser importante por ella misma en sí o por lo que significa en la diacronía de la literatura: los modos de escritura que instaura, los temas que inaugura, etc...
La literatura española del siglo XIX ofrecerá otros casos de novela anticlerical. Cornelia Bororquia no es sino una adelantada que inaugura un subgénero. El género, al fin y al cabo, es la novela de tesis, cualquiera que sea su ideología, defienda lo que defienda y afirme lo que afirme. Lo que se busca siempre es dirigir el modo de pensar de los lectores, suprimirles su libertad.
De hecho, el alegato se sumaba a la propaganda bonapartista en Francia y en España. No hay que olvidar que fue el propio Napoleón Bonaparte quien, tras su fulgurante entrada en la Península después de la derrota de Bailén, decretó, después de capitular la capital de España, la supresión de Santo Oficio, decreto que fue más tarde desarrollado por su hermano José.

Conviene señalar que la novela gótica fue una de las acuñaciones más sólidas del mito inquisitorial en el ámbito europeo desde la época de Felipe II, y tuvo su eco en la literatura española sobre todo a través de esta obra.
El tipo de la inocente mártir que sucumbe prisionera a los horrores del encierro y la tortura, aparecen en toda su expresión en las palabras que el padre de la víctima dirige a su colaborador Meneses:
¡Inocente! ¡cuán ajena estabas del golpe mortal que te esperaba! Sin pensarlo, sin poderlo siquiera imaginar, te viste de repente despeñada desde la cima de la dicha al abismo de la infelicidad, bien así como una candida paloma que volando descuidada y libremente por la región del aire, cae de improviso mortalmente herida en un pozo profundo, en donde se arrastra luchando con tinieblas y dolores, despavorida y aprisionada. ¡Triste criatura! ¿cómo podrás sobrellevar tan dura mudanza ? ¿ y yo ? ¡desgraciado de mí! Mi hija era mi tesoro, y yo era... ¡ah! yo era el padre mas feliz y afortunado. Título brillante que me ocultaba el abismo de dichas en que había de sumergirme.

La propia Cornelia, se expresa en otra epístola con las siguientes palabras:
La obscuridad, la humillación, el silencio, las angustias de una prisión en donde no se me deja otra señal de vida más que la respiración, me sugieren a pesar mío reflexiones tristes y sombrías.